Y tal como nos muestra la naturaleza, es tiempo de interiorizar, de ir hacia adentro, de reflexionar.

Tiempo de desnudarnos, de despojarnos, de morir a lo que ya no nos identifica, a lo ya no nos vibra,  a lo que ya no nos aporta lo que deseamos en nuestra vida.

Llegó el momento de dejar caer las hojas de lo que ya no nos sirve, de dejar ir lo que nos limita, de vaciarnos de lo superfluo, de despedir lo viejo y lo caduco, de florecer hacia las raíces, hacia lo hondo, profundo y oscuro de nuestro ser…

.. para reencontrarnos con nosotros mismos y con nuestra esencia más pura, después de la expansión del verano.

Es tiempo de cobijarnos, de clarificarnos, de recuperar fuerzas; de decidir que semillas plantaremos en invierno para que nazcan en primavera.

La oscuridad y el frío poco a poco van aumentando, silenciosamente y sin prisa, ocupando más tiempo y más espacio en nuestro día a día.

Y nos invitan al recogimiento, a la reflexión, al silencio, a la escucha, a la meditación, a prepararnos comida calentita, a cenar pronto, a acostarnos temprano, a reducir nuestras salidas nocturnas, a acurrucarnos en nuestro hogar, en aquel espacio íntimo que nos acoge, nos abraza y nos hace sentir muy a gustito, tranquilitos, en paz.

Y así como los arboles, nosotros también, en nuestra desnudez, en nuestra aparente fragilidad y vulnerabilidad, nos regeneramos y nos fortalecemos…

..nos preparamos para florecer de nuevo, renovados, expansivos y bellos  en primavera.

Susana Ros